Leyendas
Sobre
las orquídeas se han hilvanado muchas leyendas. Según los griegos, los
Cosmosandalon, Sandalia del Mundo, era la flor favorita de Ceres y con ella se
adornaban los sitios por donde paseaban a la divinidad. Parece que la flor
nombrada no era otra que el Ofirum Ferrum-equinum, encontrado más tarde por
Desfontaines en los alrededores de Corfú.
La India
también tiene su leyenda, La Diosa Ailoe huyendo hacia las montañas para no ver
los horrores que cometían con sus fieles los “barbaros” invasores, fue dejando
girones de su túnica celestial en las espinas de los zarzales y, como eran
rastros divinos, indestructibles, se convirtieron en flores cerúleas que mas
tardes los hombres llamaron Vanda Coerulea.
En Java,
según escrito del botánico holandés Blume, cuenta: “una Diosa, de belleza
extraordinaria, cubierta con un precioso manto de seda, se apareció a los
indígenas para inspirarles sentimientos elevados, pero éstos, pervertidos y
groseros, la persiguieron hasta hacerla refugiarse en lo mas intrincado de la montaña.
Triste y abatida extendió sobre las piedras su manto divino y retornó donde los
hombres colérica y amenazante, éstos al verla imploraron su perdón y le
suplicaron dejarle su precioso manto divino para protegerlos, ella ofreció
enseñárselos por última vez antes de retirarse al cielo, pero algunos
fragmentos se habían quedado enrredados en las piedras donde el velo había sido
extendido y poco a poco fueron germinando dando hojas semejantes a la seda del
velo divino; devotos, contemplando el milagro, hicieron procesiones para
recoger aquellas pequeñas plantas, destruyendo las restantes para que no fueran
profanadas. A pesar del cuidado y de sus rezos, las plantas empezaron a
marchitarse y a morir, desesperados imploraron a la Diosa que les devolviera su
tesoro, ella viendo verdadero arrepentimiento en sus fieles, revivió con su
aliento las raíces abandonadas en las rocas, que todavía subsisten, y así se
conservan esas joyas que se llaman Macodas Petola, de hojas satinadas, verde
claro con matices purpurinos, adornadas con dibujos amarillos que parecen
lentejuelas de oro”
Historia de las Orquídeas
El
filósofo griego Theophrastus (300 años a.C.) es reconocido por muchos como el
primer botánico por su manuscrito "Indagaciones sobre las Plantas",
en el que describe algunas orquídeas del Mediterráneo y les da el nombre
genérico de Orchis (en griego) que significa testículo.
En el
siglo I, el cirujano de Nerón, Dioscorides, en su libro Materia médica atribuye
a las orquídeas propiedades que influyen en la sexualidad del hombre. Por 16
siglos se aceptaron estas teorías médicas y se creía que la orquídea era un
afrodisíaco que incrementaba la sexualidad masculina e inclusive que podía
influenciar para que un niño por nacer sea varón.
La
Iglesia Católica consideraba a las orquídeas como el alimento de Satanás, y que
las orquídeas impulsaban al hombre a los excesos. En el tratado Tragus de
Hieronynus Bock (1489-1554) y posteriormente en el libro Mundos Subterraneus
del Jesuita Athanasius Kirchen en 1665, se afirmaba que las orquídeas no
producían semillas y que las plantas brotaban del semen perdido del
emparejamiento de los mamíferos.
En 1737,
las orquídeas son rescatadas de la superstición por Carolus Linnaeus en su obra
Genera Plantarum.
En
cambio, en la China las orquídeas ya habían sido dibujadas y descritas
científicamente desde el siglo III.
La
primera referencia sobre orquídeas americanas se encuentra en el Codex
Badianus, un tratado de plantas medicinales aztecas, en 1552. En este libro se
describe la vainilla; con el fruto de esta orquídea se preparaba el
tlilxochitl, una poción usada como perfume, especería o medicina.
Cabe
mencionar que es muy probable que la vainilla, al igual que el cacao, sea
original de los territorios que hoy pertenecen al ecuador y que hayan sido
domesticadas y comercializadas en la fase tardía de la cultura Valdivia con
otros pueblos de Mesoamérica.
El
interés por las orquídeas recién se despertó en Europa cuando floreció la
primera orquídea del Nuevo Mundo, Bletia verecunda. Esta planta fue enviada de
las Bahamas a Inglaterra en 1733. En esa ocasión se llevó del Pacífico a
Inglaterra 15 especies espectaculares de orquídeas, y, lo que en un inicio fue
una especialidad para botánicos se convirtió en la orquideomanía de los nobles.
Todos
los ricos tenían que construir un orquideario como una obligación acorde con su
estatus, y cuando una orquídea florecía, el evento daba lugar a grandes fiestas
y la noticia cubría las primeras planas de la prensa.
El
comercio de las orquídeas realmente comenzó a ser factible con el
descubrimiento del barco a vapor, a mediados del siglo XVIII, época del apogeo
de la orquideomanía.
Grandes
compañías surgieron en el continente Europeo, especializadas en la recolección
y venta de orquídeas. Se armaron grandes y costosas expediciones al Asia y al
trópico del Nuevo Mundo, especialmente hacia la Real Audiencia de Quito.
Estas
expediciones duraban varios meses en mula a través de los Andes y meses en el
océano, por lo que solo muy pocas de las orquídeas sobrevivían. Por algunas
especies raras se pagaban grandes sumas; hay registros de una orquídea cotizada
en 3 000 libras esterlinas, que significaba un poder adquisitivo que hoy se
podría equiparar con 65 000 dólares americanos. Gracias a estos precios,
algunos empresarios se volvieron millonarios en pocos años.
Los
amantes de la aventura viajaban a América y al lejano Oriente, ya no en busca
de tesoros perdidos, minas de diamantes o del fabuloso Dorado, sino en busca de
la legendaria orquídea azul o de una verdadera orquídea negra.
El
hábitat de las especies raras era un secreto celosamente guardado. Algunas
especies de orquídeas no se han vuelto a encontrar en este siglo. El único dato
registrado de su origen puede ser tan escueto como "estribaciones en la
Nueva Granada", virreinato que incluía a los actuales territorios de
Panamá, Colombia y Ecuador.
El
comerciante de orquídeas Oversluys envió del Perú a la compañía Sanders en
Inglaterra 17 000 plantas de una sola especie: la Cattleya rex, que se vendían
a un equivalente de 100 dólares cada una.
Ya en
1885, el inglés B. S. Williams se quejó de esta depreciación de la naturaleza y
de la consiguiente falta de respeto a las futuras generaciones.
A
principios del siglo XX la era de la orquideomanía llegaba a su fin. El costo
de mantenimiento de los invernaderos era extremadamente alto.
En
algunos casos se requería hasta 7 toneladas de carbón al día para mantener las
condiciones tropicales necesarias en los inviernos crudos de Europa. Con la
carestía energética, agudizada por la Primera Guerra Mundial, se dificultó el
mantenimiento de un orquideario. La locura por las orquídeas terminó de un
golpe con la detonación de una carga de explosivos que puso el duque de
Devonshire en sus templos de vidrio.
Con la
depresión de 1929, el cultivo de orquídeas a gran escala definitivamente pasó a
manos de empresarios comerciales.
Recién
en 1904 se descubre que la semilla de la orquídea requiere de hongos
microscópicos para que estos le surtan de la alimentación necesaria a fin de
que la semilla, carente de féculas, pueda germinar.
18 años
después, el norteamericano Lewis Knudson descubre un medio sintético
esterilizado denominado agar, idóneo para que germinen las millones de semillas
que produce cada orquídea. Con este descubrimiento se inicia la
comercialización de flores cortadas de orquídeas.
Pero
este fue solo el inicio de lo que constituye hoy una multimillonaria industria.
El francés Georges Morel descubre cómo reproducir vegetativamente las orquídea
en el año 1956.
Esta
técnica, hoy día perfeccionada, permite reproducir y multiplicar las orquídeas
a base de una célula de la planta tomada del rizoma, de una hoja o inclusive de
un pétalo de la flor. Con esta técnica denominada meristemación se pueden
obtener más de 100 000 plántulas en menos de un año a un costo total de menos
de 5 000 dólares.
Las
células son divididas y multiplicadas por ultravibración y de cada nueva célula
brotará una nueva planta que guarda exactamente las mismas características de
la planta original. Así, por ejemplo, una planta premiada que florece justo el
Día de la Madre es multiplicada miles de veces en el laboratorio y el
empresario puede firmar contratos a futuro asegurando la entrega, a la fecha
indicada, de miles de flores cortadas de características iguales a la foto del
catálogo.
Pero los
japoneses sorprenden al mercado mundial en los años 70. Ellos adquirieron, de
la noche a la mañana, todas las orquídeas híbridas premiadas posibles,
especímenes únicos, a un costo de 1.000 a 5.000 dólares por planta y las
multiplicaron vegetativamente, convirtiéndolas en decenas de miles. Así
inundaron el mercado mundial vendiendo a pocos dólares cada una.
Datos de Interés
La
primera mención que se conoce de las llamadas orquídeas exóticas se refiere a
la Laelia Majalis de México, descubierta por Hernández en 1615, poco después se
mencionó la Stanhopea Tigrina. En 1688 el botánico Jean Ray hace mención de la
Disa Grandiflora, Sur de África.
En 1765
fue llevado a Inglaterra un pie de Vanilla Planifolia y la primera orquídea
exótica que floreció en Europa fue la del Epidendrum Cochliatum en 1787.
El
verdadero empuje por el conocimiento de las orquídeas lo dio Lindley, Profesor
de la Universidad de Londres, al publicar su famoso libro “Género y especies de
las plantas orquidáceas” en el año 1840. Después de las expediciones de Jean Linden
a Brasil, México, Venezuela y Colombia de 1835 a 1845 fue que se pudo apreciar
el verdadero valor ornamental que poseían las bellísimas flores de los países
tropicales.
Del
descubrimiento de las primeras orquídeas grandes como son: Las Labiatas del Brasil,
las Mossiaes, Gaskelianas y otras de Venezuela, las Trianas, Mendelis, Gigas,
etc… de Colombia, se han escrito muchas versiones. La que mas parece cierta es
la siguiente: Los ingleses en viaje al Brasil para recolectar líquenes, musgos,
etc, después de haberlos acondicionado, estuvieron escogiendo hojas apropiadas
para envolverlos, se fijaron en ciertas plantas de hojas duras y carnosas con
bulbos llenos de agua, que indudablemente llenaban el objeto deseado y
procedieron a cortar un gran número de ellas; así, simplemente como un
envoltorio de protección llegaron las primeras orquídeas de ese género a
Inglaterra. Un inglés de apellido Cattley, mas por curiosidad que por espíritu
botánico, se puso a cuidar los pedazos de la planta envoltorio, y se quedó
atónito cuando al cabo de pocos años vio florecer la primera orquídea. Fue un
acontecimiento y en premio a su cuidado fue llamada Cattleya y como era
distinta a las otras orquídeas hasta ese momento encontradas, pues su pétalo
central (labelo) era de gran tamaño, se denominó tipo Labiata. Así vivió la
primera Labiata para el viejo mundo, la flor que revolucionó la floristería y
por la cual se han gastado millones de dólares para cultivarlas en los países
invernales.
En busca
de las Labiatas se organizaron expediciones para las Américas, se fletearon
barcos con ese solo fin, los primeros cargamentos fueron vendidos a precios
fabulosos, la Americana había destronado a todas las otras flores, las damas
las querían para adornar sus galas, los hombres para endulzar a sus Dulcineas.
Los cargamentos se sucedieron sin interrupción, un saqueo para la flora
americana, así como se habían llevado el oro, los brillantes y las perlas,
querían monopolizar a la reinas de las montañas. Los excesos casi mataron a la
gallina de los huevos de oro, los precios empezaron a bajar y nuestras flores a
respirar libremente, el rapto de las Sabinas Americanas había tomado un ritmo
mas pausado.
El
cuidado de las primeras plantas resultó un problema, los primeros que llevaron
las plantas a Europa contaron que las habían recolectado en bosques espesos,
fríos y húmedos, donde el sol no penetraba, y los cultivadores, queriendo
acomodarlas a su mismo ambiente, construyeron invernaderos sombríos y fríos y
las plantas comenzaron a morir por pudrición. Probaron nuevos métodos, hicieron
viajes especiales para averiguar el verdadero “hábitat” de las plantas y al fin
lograron establecer un verdadero ambiente tropical por medio de la calefacción
húmeda y fue cuando empezó el gran negoxio de la venta de flores en toda
Europa. Se multiplicaron las floristerías, Se publicaron libros indicando como
arreglarlas para alcanzar el mayor valor ornamental, las damas elegantes las
hicieron sus favoritas para adornar sus toilettes. La Americana dictó la moda y
devolvió en belleza lo mucho que en cultura habíamos recibido del viejo mundo.
Las orquídeas de hoy
La venta
de las plantas de orquídeas o sus flores cortadas es hoy en día una
agro-industria masiva. Solo en Estados Unidos se vende al año más de un billón
de plantas. Pero todas estas son plantas de orquídeas híbridas; esto significa
que diferentes géneros y especies silvestres han sido cruzadas artificialmente
para mejorar sus características, de acuerdo al gusto, tanto en color y tamaño
como en forma, tiempo de floración y facilidad de cultivo.
Hay más
de 120 000 híbridas registradas en el mercado y las orquídeas silvestres ya no
tienen importancia en el comercio mundial.
Únicamente
los centros de investigación botánica y un número muy reducido de orquideólogos
se interesan todavía por el cultivo de especies silvestres. Esto es una pena,
porque el cultivo es el único método que asegura la supervivencia de las
especies en peligro de extinción, ya que su hábitat se encuentra seriamente
amenazado por la agricultura extensiva.
Curiosamente,
los ecólogos de los países industrializados, despistados de la evolución que ha
sufrido el mercado mundial de orquídeas, deciden en 1976 firmar en Washington
el Tratado Internacional de Protección de las Especies en Peligro de Extinción
(CITES) en el cual, además de algunos animales, del sinnúmero de familias de
plantas solo se incluyen las orquídeas, los cactus y las euforbias.
Las
orquídeas solo se tomaron en cuenta, porque alguno de ellos leyó en algún libro
que la Compañía Sanders exportó del Perú (como ya hemos dicho) 17 000 plantas
de Clattleya rex, poniendo a esta especie en aparente peligro de extinción.
Pero se olvidaron de un detalle: eso fue hace 100 años. Hoy muchas especies de
orquídeas están en peligro, pero muchas otras definitivamente no.
La
recolección de orquídeas silvestres en los bosques tropicales recién talados es
una necesidad imperiosa, ya que la continua expansión agropecuaria asegura la
total destrucción de los ecosistemas de las áreas no declaradas como naturales,
y la extinción de las especies endémicas en los sectores bajo colonización es
un hecho incuestionable.
Las
asociaciones de orquideología tienen como objetivo el asegurar la supervivencia
de algunos ejemplares de cada especie, ubicándolos ya sea en jardines botánicos
o promoviendo el intercambio entre los miembros particulares de diferentes
países, para que en el futuro los ejemplares de cultivo de especies extintas en
la naturaleza, sean multiplicados (ya sea por semilla o meristemáticamente) y,
bajo parámetros ecológicos muy rigurosos, haya la posibilidad de
reintroducirlas en áreas protegidas que tengan condiciones parecidas a su
hábitat original.
Luis H. Yanes Cultivos Tropicales. Orquídeas
para Aficionados
Alexander Hirtz Revista Ecuador Terra Incógnita - Quito Septiembre 2004. Alexander Hirtz
Presidente de la Fundación Botánica Los Andes. Presidente del Consejo
Latinoamericano de Orquídeas. Ha colaborado con la descripción de más de 1.000
especies de orquídeas y es coautor de la descripción de 650 nuevas especies
para la ciencia